Noviembre 15, 2022
EL ÚLTIMO CAMINO/ LA CARRETERA
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Hace más de diez años que el mundo fue destruido por algo que todos ignoran. Podría haber sido un suceso nuclear, o el choque de la Tierra con otra entidad cósmica. O puede que el sol haya tenido una implosión y afectado el planeta como daño colateral de su propia extinción. Cierto día hubo una gran llamarada luminosa, y luego, la nada. La consecuencia de ese cataclismo, fuera lo que fuera, ha significado la desaparición de la energía, de la autoridad y el orden, de la vegetación, de los alimentos. Millones de personas han fenecido, destruidas por el fuego y las inundaciones, o abrasadas en sus propios vehículos, donde se hallaban sentadas cuando aconteció el desastre, o extinguidas por inanición y desespero en una lenta muerte de la civilización tras el colapso de todo orden concebido.
Un hombre y su hijo “el uno para el otro, todo cuanto tienen en el mundo” como el propio McCarthy les describe en su novela, se desplazan con todas sus preciadas posesiones: todo alimento y ropa que puedan conseguir, utensilios y herramientas, bolsas de plástico, lonas, mantas y cualquier otra cosa que les mantenga calientes en un exterior gélido, carente de sol y lleno de cenizas por todas partes. Llevan todo eso a sus espaldas y en un carro de supermercado abandonado, equipado con un espejo de bicicleta para poder ver quién se acerca tras ellos. Su desesperado e improvisado equipo de viaje y sus cuerpos sucios y desaliñados les otorgan el aspecto de vagabundos. Y eso es lo que son en esta frontera inerte.