Julio 15, 2017
AMÉN
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Dos sistemas: por una parte, la maquinaria nazi y, por otra, la diplomacia del Vaticano y de los Aliados. Ahí, hombres luchan desde dentro. Uno de ellos es Kurt Gerstein (personaje que existió realmente), químico y miembro de las SS que se encarga de suministrar el gas Ziklon B a los campos de la muerte durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, cuando descubre que el gas letal se utiliza para exterminar judíos, ello no le impide denunciar los crímenes nazis a los aliados, al Papa e incluso a los miembros de la Iglesia alemana a la que pertenece, jugándose de este modo su vida y la de su familia. El otro es Riccardo Fontana, un joven sacerdote jesuita que representa a todos los sacerdotes que supieron oponerse a la barbarie, pagando muchas veces con su propia vida. Kurt Gerstein sabía lo que estaba ocurriendo y quería que el mundo entero también lo supiera. . Luego de presenciar las atrocidades en Treblinka, Gerstein contacta por casualidad al barón sueco Göran von Otter y le pide ayuda que no obtiene. Luego de sufrir varios rechazos llega a la propia Nunciatura Apostólica en Berlín, con el fin de que el Papa denuncie públicamente esta matanza, y aunque allí el Nuncio se niega a escucharlo, el joven jesuita Fontana se interesa por su relato. Fontana viajará al Vaticano, pero nadie, ni siquiera el propio Papa Pío XII parece interesarse por la suerte de los judíos. La película denuncia la indiferencia de todos aquellos que sabían lo que estaba pasando y decidieron callarse