Junio 28, 2016
MEDITERRÁNEO
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Finales de 1941, un año después de que Italia se une a Alemania en contra de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, un pequeño grupo de inadaptados soldados italianos, enlistados de manera forzosa, son enviados a una pequeña isla griega en el mar Mediterráneo en una misión de vigilancia que debiera durar cuatro meses, en un intento por detectar navíos enemigos. El pelotón está comandado por el teniente Raffaele Montini, aficionado a la pintura y el arte. Nicola Lorusso, un simpático y machista sargento. Eliseo Strazzabosco, un agricultor que viaja acompañado de su amada burra Silvana, los inseparables hermanos Felice y Libero Munaron, Corrado Noventa, un sujeto que siempre trata de escapar para estar con su esposa, el asistente del teniente Ugo Conti y el tímido e ingenuo Antonio Farina. Todos son buenas personas, ninguno es militar de carrera y no entienden muy bien que hacen ahí y los absurdos de la guerra. Son algo ineptos y toman todo tipo de absurdas precauciones. Por un accidente y por la paranoia de ser atacados en lo que parece ser una isla desierta, muere la burra Silvana y su dueño adolorido destruye la radio, único aparato que los conecta con el exterior. Su barco es destruido en un bombardeo y se ven en la necesidad de quedarse en la isla, un lugar que desata sus temores y su torpeza. En breve, descubren que está habitada sólo por niños, ancianos y mujeres que permanecían ocultos, debido a que los hombres fueron tomados como prisioneros por los alemanes que llegaron meses antes. Los italianos se adaptan muy rápido a los griegos que los reciben con afecto en esa suerte de isla idílica. El sacerdote local convence al teniente, que restaure y pinte los murales en su iglesia. Los hermanos Munaron se hacen amigos y amantes de una bella y muy joven pastora. El sargento Lorusso se dedica a organizar partidos de fútbol y aprender las danzas locales. Farina, el más tímido de los soldados se enamora profundamente de Vassilisca, la única y soñadora prostituta de la isla. La llegada de un piloto italiano Carmelo de LaRosa los devuelve a la realidad. El mismo informará de su estancia. Hasta que son recogidos al término de la guerra. Sin embargo no todos se irán de ahí.